Al igual que Jung, Pereyra considera que "a pesar de su función como reservorio de la oscuridad humana-o tal vez debido a ello, la sombra es la sede de la creatividad". En la sombra, el artista esconde las cosas que es reacio a reconocer sobre sí mismo sin embargo, nos invita cándidamente a entrar en el laberinto de su psiquis en su intento por afrontar su miedo y reconocer sus impulsos y en ultima instancia, a tomar conciencia (y, a veces avergonzarse como dice él ) de esas cualidades que él niega sobre sí mismo, los ardides, las conspiraciones y las fantasías irreales que rondan el ámbito de su inconsciente.
Y una vez que comenzamos a recorrer de arriba abajo este proceso de sanación espiralado de un color blanco luminoso, nuestra sombra nos sigue en la lucha por conservar la conciencia de su presencia y poder asimilarla, en lugar de dejarnos caer sus oscuras profundidades.